De 'los dioses' que protegen la vida en la delicada y frágil Biosfera / Hidrosfera, que recubre la Tierra como un manto de luz amiga protectora de la evolución biológica, protegiéndonos de las violéncias del "patriarca solar". Por esto, en la espiritualidad intuitiva, la Noche es tan importante cuanto el día. Incluso más, la consideraban el abrigo de la benevoléncia de la Gran Diosa, bajo el 'totalitarismo' diurno dónde "nuestra" (sic) estrella solar demiúrgica aparenta brillar sin más estrellas, sólo perceptibles visiblemente en la Boveda Terrestre nocturna.
Nuestra ancestralidad vivía más por la noche que de día. Abrigados en el interior de rocas gigantes, montañosas, de silicio, cuarzo, acompañados de mágica luz llameante del fuego sagrado, la luz tenue y reconfortante, visionaria, de una porción asimilable de la luz solar.
Le agradecían al "Padre solar" por la laboriosidad y fecundidad de la vida, pero amaban a la Diosa amante y protectora de La Noche cósmica, mientras la calidez de la radiación solar en las eras glaciales, la agradecían con alegría, pero también con temor. Sabían de las imposiciones del Sol, y del riesgo de la "luz excesiva" que también podía matarles.
Sol y Luna, Día y Noche, eran complementarias, lo comprendían perfectamente. Y se aplicaban este principio en todo, al equilibrio universal del que necesitaban para seguir existiendo como tradición humana en épica "aventura".
Es la tradición primordial que existió por cientos de miles de años, antes del recién patriarcado solar excluyente y desequilibrado.
De 'los dioses' que protegen la vida en la delicada y frágil Biosfera / Hidrosfera, que recubre la Tierra como un manto de luz amiga protectora de la evolución biológica, protegiéndonos de las violéncias del "patriarca solar". Por esto, en la espiritualidad intuitiva, la Noche es tan importante cuanto el día. Incluso más, la consideraban el abrigo de la benevoléncia de la Gran Diosa, bajo el 'totalitarismo' diurno dónde "nuestra" (sic) estrella solar demiúrgica aparenta brillar sin más estrellas, sólo perceptibles visiblemente en la Boveda Terrestre nocturna.
ResponderEliminarNuestra ancestralidad vivía más por la noche que de día. Abrigados en el interior de rocas gigantes, montañosas, de silicio, cuarzo, acompañados de mágica luz llameante del fuego sagrado, la luz tenue y reconfortante, visionaria, de una porción asimilable de la luz solar.
Le agradecían al "Padre solar" por la laboriosidad y fecundidad de la vida, pero amaban a la Diosa amante y protectora de La Noche cósmica, mientras la calidez de la radiación solar en las eras glaciales, la agradecían con alegría, pero también con temor. Sabían de las imposiciones del Sol, y del riesgo de la "luz excesiva" que también podía matarles.
Sol y Luna, Día y Noche, eran complementarias, lo comprendían perfectamente. Y se aplicaban este principio en todo, al equilibrio universal del que necesitaban para seguir existiendo como tradición humana en épica "aventura".
Es la tradición primordial que existió por cientos de miles de años, antes del recién patriarcado solar excluyente y desequilibrado.